Suspiros acompasados.

No dejes de hablar. Cuéntame como te ha ido en el trabajo hoy, háblame del argumento de la última serie que estás viendo. Coméntame la última noticia de geopolítica que leíste en el periódico o en twitter, o el último artículo sobre la ley hipotecaria. Comparte conmigo el recuerdo de tu primer día de colegio con 7 años, o del instituto, cuéntame como eras con todo el pavo. Descríbeme ese coche que tanto te gusta y que te comprarías si te tocase la lotería o eres rico algún día. Cuéntame como sería el viaje de tus sueños, a donde irías y con quién lo compartirías. Ríñeme por mis tonterías, hazme de rabiar de vez en cuando. Dame consejos aunque sepas que a lo mejor no los sigo, pero con la buena fe de querer ayudarme. Cántame al oído mis canciones favoritas, o susúrrame lo que sabes que quiero oír. 

Dime lo que quieras, pero no dejes de hablar. Y a lo mejor llega un momento en el que no te esté escuchando, que pierda el hilo o que no entienda nada de lo que me estás contando, pero me encanta ver como te expresas y como gesticulas. Y la forma en la que sostienes la mirada y sigues hablando, y la calma que me da oír tu voz. Cuéntame un chiste, aunque sea de humor negro que tanto te gusta a ti, y ríe a carcajadas. Para tener tu risa grabada en mi mente y recordarla si me vengo abajo. Porque no todos los días son buenos, pero yo haré todo lo posible para que tus suspiros sean solo de felicidad.

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