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Balance anual.

Cada año al llegar diciembre, las empresas hacen el balance anual. Un mes intenso y repleto de trabajo (junto con enero) para todos los trabajadores implicados en su elaboración y aquellos que han de tener zanjado y terminado su trabajo antes de terminar el año, pero más para los contables en particular. Porque hacer un balance anual implica tener en cuenta cada movimiento, por irrelevante que parezca. Porque los pequeños detalles, son los que al final hacen que el balance cuadre al cierre del año. Las personas en general, supongo que cada una a su manera, hacemos un poco lo mismo, aunque más por voluntad propia que por obligatoriedad monetaria: compartimos en nuestras redes sociales ese vídeo o esa plantilla recopilando los mejores momentos del año, intentamos buscar las palabras más especiales para despedir o recibir el año con quienes queremos, buscamos ese meme o ese vídeo que a saber quién lo hizo, pero dará de que hablar en la mesa mientras tu cuñado te dice que la ensaladilla es...

Los monstruos no tienen género.

  Los monstruos no tienen género. Aunque gramaticalmente sea un sustantivo común, concreto, masculino y plural. Los monstruos no tienen género. Cuando conoces un monstruo, cuando lo sientes, cuando te hace daño, entiendes realmente que la maldad no tiene una distinción de especie.   Yo he conocido algunos monstruos. En primera y en tercera persona, cada uno con sus métodos. Los que yo conocí me han hecho mucho daño. Los monstruos mienten. Los monstruos humillan. Los monstruos te manipulan la realidad para que veas lo que ellos quieren ver. Los monstruos te insultan. Los monstruos te amenazan. Los monstruos te levantan la mano. Los monstruos te hacen sentir la persona más insignificante que puede existir, te machacan con comentarios, gestos diarios que deterioran tu imagen hasta el punto de no ser capaz de mirarte al espejo sin sentir asco. Los monstruos te hacen sentir la frustración de que no eres suficiente, que por mucho que te esfuerces, por mucho amor que tengas para dar,...

Otro año más.

  Aunque no estés en la Puerta del Sol como diría Mecano, ya ha pasado otro año más. 12 meses, 52 semanas, 365 días, 8760 horas. Elige la unidad de tiempo que prefieras, pero ya poco queda. Siempre tengo sentimientos encontrados cada vez que llega este día: una parte de mí siente ilusión por todos los proyectos y deseos para el año que nos espera, y se siente orgullosa de todo el balance de logros conseguidos. Otra parte se siente melancólica, piensa en todo lo que podría haber hecho y no hizo, todas las cosas que ha perdido y no volverán, todas las personas que de una forma o de otra, ya no están. Pero la vida al final, es eso: el ying y el yang, el bien y el mal, la dicotomía continua que se necesita para disfrutar y mantenerse en equilibrio, porque para ver el arcoíris has de soportar la lluvia.  Si tuviera que definir de alguna forma este año, lo definiría como extraño, distinto. Pero ha sido un año que me ha hecho aprender, algunas cosas a la fuerza y otras queriendo. Ha ...

Suspiros acompasados.

No dejes de hablar. Cuéntame como te ha ido en el trabajo hoy, háblame del argumento de la última serie que estás viendo. Coméntame la última noticia de geopolítica que leíste en el periódico o en twitter, o el último artículo sobre la ley hipotecaria. Comparte conmigo el recuerdo de tu primer día de colegio con 7 años, o del instituto, cuéntame como eras con todo el pavo. Descríbeme ese coche que tanto te gusta y que te comprarías si te tocase la lotería o eres rico algún día. Cuéntame como sería el viaje de tus sueños, a donde irías y con quién lo compartirías. Ríñeme por mis tonterías, hazme de rabiar de vez en cuando. Dame consejos aunque sepas que a lo mejor no los sigo, pero con la buena fe de querer ayudarme. Cántame al oído mis canciones favoritas, o susúrrame lo que sabes que quiero oír.  Dime lo que quieras, pero no dejes de hablar. Y a lo mejor llega un momento en el que no te esté escuchando, que pierda el hilo o que no entienda nada de lo que me estás contando, pero me...

Hasta las manos.

  Fue cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez cuando lo tuve claro. Cuando atravesaste el marco de mi puerta y llegaste para iluminar mi sombrío corazón. Cuando me diste dos besos y me dijiste tu nombre.   Yo era la que se reía de los flechazos. La que pensaba que era imposible poder sentir cosas por alguien que acabas de conocer. La que mofaba y decía que no podía ser algo real, que había otros intereses detrás. Y aquí estoy, poniéndome nerviosa con cada mensaje que me mandas. Apurando lo que queda de año para acabarlo a tu lado. Buscándote en los ojos de la gente para demostrarte todo lo que haría por ti.  Porque querer a alguien es difícil. Es un proceso que requiere tiempo y va más allá de la atracción. Querer a alguien es despertarte cada mañana con la ilusión de que cada día, es un día menos para veros. Es querer conocer más y más de esa persona, disfrutar con sus virtudes y encajar sus defectos. Querer a alguien es perder el egoísmo de pensar solo en un...

Amanecer.

Abro el armario y veo el vestido dorado que me había comprado para aquel fin de año. Lo descuelgo y me lo pongo por encima frente al espejo. ‹‹Me veo un poco más gorda. ›› Pienso. Pero decido deshacerme del pijama y ponérmelo. Soy una persona con una memoria especial para recordar qué llevaba puesto en días especiales. Como si ese outfit fuera algo imprescindible para entender el suceso. Y no sé si realmente es imprescindible, pero sí me hace recordar una y otra vez las veces anteriores que me he puesto esa prenda cada vez que la vuelvo a poner. Y mientras me subo la cremallera en el lateral izquierdo, me viene a la mente las risas y las prisas de otras manos al bajármela… Me siento en el tocador. Algún día de estos debería de ordenar un poco y retirar todo el maquillaje que ya no uso o que directamente ya no tiene más vida útil más allá de que me pueda salir un sarpullido por tanto tiempo desde que lo compré. Pero ese día no iba a ser hoy. Cojo el neceser y rebusco esa barra. La roj...